jueves, noviembre 08, 2012

"El mejor concierto de mi vida"


La cita era a las 20:30 en el Teatro San Martín, pleno centro. Llegué al concierto después de una odisea en el 60, debido al corte de luz, ya que sino me hubiese tomado el subte. Finalmente "Drumming" comenzó una hora más tarde.
Empezó perfecto, nos habíamos olvidado del caótico viaje que habíamos padecido, la obra de Steve Reich transcurría en paz. Cerré los ojos para disfrutar mejor la música.
Después de un rato, sentí una fuerte luz en la cara: eran dos focos de emergencia que se habían encendido de golpe, al tiempo que se apagaban las otras luces, aunque todo continuó normalmente.
Sin embargo, comencé a advertir un clima alborotado cuando escuché unas voces que venían desde atrás. Eran los empleados del teatro. Ya molesta, me levanté para pedir que hicieran silencio, a lo que una señora me respondió: "en cualquier momento se apaga la luz". Volví a mi asiento, con una mezcla de incertidumbre y no sé qué, sin dejar de fascinarme por esa maravillosa interpretación.
Pero repentinamente todo quedó a oscuras, adiós a las luces de emergencia, y en esa oscuridad... los músicos SIGUIERON TOCANDO. Un espectador que estaba cerca mío, soltó un aullido de emoción,
y los demás hicieron "¡SHH!". Estábamos todos allí, con la idéntica y única finalidad de que SE HICIERA LA MÚSICA.
Pronto se acercó el equipo del teatro, con linternas, a alumbrar a los músicos, marimbas, glockenspiel, bongó, partituras... Pero los músicos eran más que las linternas. Posiblemente todo el público se haya preguntado si la obra llegaría hasta el final o se vería interrumpida en el intento. El clima era de incertidumbre, emoción, adrenalina, deseo... Posiblemente todos nos preguntamos si lograríamos el objetivo, si la música saldría ilesa. No pude contener las lágrimas, no podía creer lo que estaba escuchando, ellos seguían. De hecho quizá, si no hubiésemos sido conscientes de que estábamos sentados en unas butacas, hubiésemos dado por sentado que nos encontrábamos en el continente negro, porque eso era: una postal de África... Lloraba de la emoción, era increíble escuchar a esos músicos haciendo magia.
Y entonces, las notas finales. Un silencio, y en seguida los aplausos, gritos, aullidos de emoción, de alegría, de un cocktail de sentimientos. Todos parados aplaudiendo a esos DIOSES que habían tocado, nadie quería dejar de aplaudir.

Y triunfó la música, señores, hasta la última nota.






Miércoles 7 de noviembre de 2012.

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